domingo, 2 de agosto de 2009

La adolescencia y la grafía

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¿Qué perturbaciones gráficas manifiesta el adolescente?
 Extracciones del autor Robert Olivaux. (1º Parte).

Una de las pruebas de valor psicológico que nos provee el análisis de la escritura, está dada por esta posibilidad que hace de ella un verdadero testigo, un test de evolución de su autor.
En este caso hablaremos del período de la adolescencia. Comenzaremos por observar que este período modifica casi siempre la escritura y ello, no sólo se debe a las repercusiones psicomotrices de la perturbación fisiológica de los cambios hormonales propios de este ciclo de vida, sino además, a una etapa en la que conviven diversos estados que tienen que ver con la perturbación y la ambivalencia de una personalidad que se debate entre la protesta y el miedo, la atadura al pasado y el deseo de liberarse; replanteos del sujeto deseoso de afirmarse con respecto a los principios que le fueron impuestos; en efecto, la construcción de la propia identidad, el comienzo hacia un camino de individuación, pone de manifiesto frecuentes cambios que se inscriben en el pensamiento, la emoción, y obviamente los cambios hormonales propios; producen modificaciones en la escritura.
No obstante, podemos observar, que mientras la escritura de algunos se disocia y estalla, el grafismo de otros manifiesta apenas dificultades que se expresarán en otro terreno más sensibilizado. Observaremos que algunas escrituras se encierran en un sistema propio o se esconden tras una máscara más o menos defensiva.
Se esbozan entonces las principales orientaciones que estaban más o menos latentes pero que la crisis revela o confirma:

  • Discordancia o dificultad de control
  • Relajación
  • Inhibición
  • Rigidez
  • Vanidad
Pero todo está aún demasiado confuso para poder establecer una sintomatología precisa. Es difícil asociar la discordancia y la relajación, la inhibición y la rigidez, la rigidez y la compensación “vanidosa”. Debemos esperar que la tormenta se calme, para que se decanten y se logren separar todos estos síntomas y signos, y que aparezcan más nítidamente los rasgos principales de la personalidad de la escritura, de su impersonalidad o de sus desviaciones.
Sin embargo, a pesar de contemplar todo lo mencionado, podremos observar manifestaciones muy típicas de este período en sus principales planos que son los “géneros gráficos”. Cada uno de estos géneros no necesariamente se verá alcanzado por la crisis con la misma intensidad.

Comenzaremos por detallar las observaciones que se deducen de la investigación grafológica al respecto:

- Perturbaciones de orden
- Perturbaciones de dimensión
- Perturbaciones de inclinación y de la dirección
- Perturbaciones de continuidad
- Perturbaciones de la presión
- Perturbaciones de la forma
- Perturbaciones de velocidad.
Perturbaciones del orden:
La mayoría de las veces la discordancia se manifiesta inmediatamente en el plano de la presentación general y el encuadre. Se tiene la impresión que se ha optado por el desorden, el aspecto general se presenta confuso y descuidado, las líneas se enmarañan, observamos choques de plano, choques contra el borde de la hoja o interrupciones de la onda gráfica antes de llegar al margen derecho; o irregularidades del mismo con desbordes.
Este juego que hace el adolescente de los márgenes, resulta muy interesante ya que, los márgenes conjuntamente con el orden, representan simbólicamente la adaptación social, son una convención que el adolescente pretende transgredir, su escritura franquea esas fronteras y produce una invasión de espacio en la página entera, o en su defecto puede haber casos observables de una distancia de ellos desmedida. El margen superior (espacio que separa el alto de la página de la primera línea del texto), así como el izquierdo se suprimen o se exageran, como si al sujeto le faltara totalmente la medida y sólo supiera comportarse de un modo excesivo.
Pero si en lugar de esto se visualizara rigidez extrema en los límites convencionales asignados por el modelo, al punto, en algunos casos, de causar más estrechez, esto revela su dificultad para encontrar el equilibrio.
Si bien el orden, es decir, la distribución eficaz de las palabras en el campo gráfico, nos representan desde el punto de visto analítico la adaptación social de quien escribe, su anarquía denota, cuando no la rebeldía, al menos la inadaptación.

Perturbaciones de dimensión:
Mientras que en las escrituras enmascaradas frecuentes en los adolescentes, la dimensión tiende a uniformarse en un calibraje más o menos rígido y en la casi supresión de las prolongaciones, englobadas en una zona media devoradora, todo esto, junto con un orden estricto, en la mayoría de los grafismos de los adolescentes, las proporciones no son respetadas. La dimensión es muy desigual: la escritura más pequeña que el modelo enseñado, muestra una desproporción muy típica entre una zona media más o menos insuficientemente desarrollada y filiforme y las prolongaciones superiores e inferiores excesivas.
Esta desproporción – cuya solución observaremos en el fenómeno de la maduración gráfica- traduce en el plano simbólico las presiones del Yo atrapado entre tendencias opuestas: las que atraen hacia lo alto y las que arrastran hacia lo bajo. En el simple plano motor, la ejecución de las jambas (prolongaciones inferiores de las letras) es más fácil que el de las hampas (prolongaciones superiores de las letras): la escritura del adolescente muestra su vacilación en el balanceo incesante de la escritura al elevarse con soltura o al recaer pesadamente sin lograr encontrar su equilibrio.
Las sobreelevaciones vanidosas (letras excesivamente infladas o pretenciosamente enmascaradas) pueden ser consideradas como perturbaciones de dimensión.
Otro tanto, sucede con las variaciones muy marcadas de expansión y contracción: tanto en la misma palabra, como en lo que hace a las fluctuaciones de espacio entre ellas.

Perturbaciones de la inclinación y de la dirección:
En la adolescencia podemos observar una inclinación vertical alta y apretada, aquí no vemos las desigualdades manifiestas, al menos parece haberse dominado pero volviéndose afectada; todo esto sucede como si el sujeto quisiera mostrar una gran reserva en su comunicación, pero esta discreción no es más que un camuflaje de su confusión.
La incomodidad manifestada gráficamente en los varones mediante el enderezamiento de la escritura, se expresa a menudo más nítidamente aún en las niñas por un vuelco completo hacia la izquierda.
La dirección (comportamiento de la escritura sobre la línea, su desplazamiento lineal) es tan desigual como los otros géneros: permanece en su conjunto muy ligada a la inclinación. Difícilmente será una escritura sinistrógira y ascendente como tampoco impulsivamente dextrógira y descendente; aunque perturbada, permanece por así decirlo, con la misma lógica esperable. En el plano horizontal de la dirección, se vuelven a encontrar los mismos conflictos que en el plano vertical; a los impulsos hacia la zona superior e inferior de la inclinación, corresponden movimientos progresivos lanzados hacia la derecha con mayor o menor agresividad y gestos regresivos en forma de bruscas suspensiones de trazos, elementos sin terminar, o vuelcos injustificados hacia la izquierda.
Por otra parte, la escritura avanza en una marcha más o menos ondulante, sinuosa, sin dirección firme y al parecer, sin querer comprometerse, sin tomar una posición definida, aunque comience ascendiendo, las caídas al final del renglón no sorprenderán más que los bruscos sobresaltos de una escritura descendente: fatiga, imprevisión, irreflexión de un sujeto que no ha sabido o podido cortar su palabra a tiempo o que se ha comprometido a la ligera sin haber medido el espacio que le quedaba. Se vuelve a encontrar aquí en este trazado que no ha logrado elegir aún su verdadero camino, la misma duda, el mismo miedo y el mismo deseo de avanzar que manifiestan la irregularidad de los márgenes invadidos en forma desigual, la contracción y el espaciamiento de las letras, la inclinación o el enderezamiento.
Perturbaciones de continuidad:
La continuidad, en el “ritmo” regular del movimiento gráfico, que determina en parte su progresión, condicionando la espontaneidad de la escritura, no tiene ley fija en este período. El trazo está a menudo cortado, fragmentado, sin razón justificada, ni silábicamente, ni tampoco en función de grupos o de conjuntos eficientes y personales.
En un sujeto que no ha aprendido a escribir en “script” estos cortes pueden llegar a una total “yuxtaposición” o discontinuidad de las letras. Se trata de una dificultad o de una incapacidad para ligar, vale decir para establecer un contacto, una relación.
Esta yuxtaposición puede ser considerada signo de inhibición si las desligaduras van acompañadas de vacíos más o menos importantes entre palabras y entre renglones; cuando en la página los blancos predominan sobre el escrito, es decir, que hay mas silencio que comunicación, se presiente el riesgo de una ruptura más o menos cercana o más o menos total con el medio. Pueden darse también que los espacios sean insuficientes y que la página esté “invadida”, sin blancos: un mensaje confuso, indescifrable, puede ser también un signo de un corte y traducir una deficiencia más o menos grave de la comunicación.
En algunos casos la escritura no alcanza estos extremos mostrando solo una gran desigualdad de continuidad.
Continuará….

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